sábado, 29 de diciembre de 2012

Era yo intentando cuestionarte. Cuestionándome a mi después de tanto tiempo. 

Siempre lo hacía, de hecho, no recuerdo un sólo día que no lo haga. No recuerdo ni un sólo día que no me quede mirándome al espejo, perdiendo minutos. Perdiéndome a mi, y a ti, ya puestos..
Me detesto por sentir tus manos, y otras formas extravagantes de sentirme a salvo. 
Por querer hablar cuando callo, y por hablar más de la cuenta de vez en cuando. 
Por robarle tiempo al tiempo y sin querer, quedarme sin segundos. Debo minutos al tiempo y, sobre todo, a mi misma. Me debo tanto tiempo que podría dejar de madrugar para el resto de mi vida, y eso es algo demasiado bueno como para ser cierto. 
Te debo tanto a ti, que ni ahorrando siete vidas podría devolverte todo. Nos debo tanto que ni siquiera sé como hacerlo. 

Perdóname, sabes que siempre fui demasiado optimista, puestos a ser irónicos. 
Déjame demostrarte que, de vez en cuando, puedo ser algo más que viento en la calle. 
Que se pisar fuerte, bailar cuando no llueve y querer quererte. Que solo de vez en cuando sé tomar café sin preocupaciones, y que puede que solo llore cuando todo vaya bien. De felicidad. De cosas que todavía no entiendo, y que me encantaría poder hacerlo. De rasguños que se puedan olvidar y de corazones latentes. 
De todo eso que un día fui y que, ojalá vuelva a ser.



Yo, sin ser, soy todo eso que ya viste. Pero todavía no es todo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario