miércoles, 3 de octubre de 2012

Compartamos la nada


El sabor de tu cigarro me sabía demasiado a humo, pero tus pestañas XXL me conquistaban después de cada sensación rota. 

Posiblemente aguardaras más noches frías que la luna. Y guardases mil excusas para luego apaciguarme , o tal vez para mantener a salvo a tu conciencia; ésa que a veces nos delataba, que te fallaba y me decepcionaba. Ésa que sigue sin dejarte dormir por las noches.
Yo esperaba mucho más que un final desgarrador, y tú me esperabas al final de la calle. Al final de nosotros, para volver a empezar juntos. Y sólo se que yo no estuve. Sólo a ratos, como tu amor caducado. 

Ese amor que traía la sensación de derrota rutinaria, el que consumía más que tu tabaco, y el que me apagaba más que el invierno. Por eso, ya no somos nosotros, sino extraños.
Habría sido fácil pedir al destino un poco de comprensión, que hiciese su labor y que nos diese otra inoportuna oportunidad, sin rencores ni relojes rotos. Hubiese sido fácil. Pero el no acordarme del color de tus pupilas ni el olor de tu colonia, lo hace todo más complicado.  
Sólo recuerdo tu mirada desde un autobús, que hacía corta nuestra distancia  pero lejana la apariencia. Lejanos nosotros, que un día fuimos aire, mar y tierra. 


Perdóname, eso de compartir sábanas y después nada, no lo llevo muy bien. 

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