jueves, 30 de agosto de 2012

Se me olvidó recordar


A veces echo de menos echar de menos. Creo que me he olvidado de lo que era pasear con una mano entrelazada a la mía. Las prisas por no llegar tarde y el color de las paredes de tu casa. El irte a despertar a escondidas, robándote besos en estado REM. Tener la magia de estar a kilómetros de distancia y, de pronto, estar tocando tu timbre. Con o sin bombones, eso era lo de menos. El saber que me mirabas, pero sólo de esa manera… a veces, creo que lo recuerdo. Como si tus ojos y la expresión de tu cara se hubiesen quedado en alguna parte de mi.
Esa extraña manera de aparentar estar bien, o de querer que el cielo estuviese cada vez un poco más cerca.
Lo único que temía era olvidarme de los pequeños detalles del día a día contigo. De tus caras y mis fallos. De porqué discutíamos y llorábamos de alegría. Tu risa, tu voz y tu olor. De olvidarnos de eso y de nosotros mismos. De convertirnos en vidas independientes que habían olvidado la manera de encontrarse un jueves por la tarde. No quería ser esa chica que pisaba nuestras calles de madrugada sin recordar que eran nuestras. O de que los lunes y miércoles siempre me llamabas más tarde.
Y me he dado cuenta de que, realmente todo lo que me asustaba, ha pasado. De que no me acuerdo casi de tu olor. Ni de como me tocabas. Solo me queda esta asfixia al acordarme de tu nombre y tus pestañas. Que ya no se ni siquiera lo que éramos, ni lo que soñábamos ser. Sólo se que nos encantaban los Domingos, que íbamos a descompás del mundo y que el reloj siempre iba a nuestro favor. 
Ahora, dentro de este verano puñetero, soy feliz con mi desorden, mis apuntes desastrosos y este delirio, que a veces, hace que me mantenga a flote.
Y lo bueno de todo esto, es que ya casi no me acuerdo de recordarte.

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