“Las apariencias engañan”, dijo el Sol al dar frío. Los huesos tiritan, dan igual los grados. Y el corazón palpita fuerte en la tranquilidad del momento, sucumbiendo a cometer locuras incoherentes para la razón. Coherentes para el sin sentido de mi cabeza, para esta locura enfermiza. Mientras creo líneas imaginaria y utopías, el recuerdo me acompaña, siempre lo hace. Haciendo daños irreparables, creando odio y paralizando el futuro tan poco prometedor que me aguarda.
Supongo que no es fácil dejar de hacer lo que uno quiere, ni tampoco resistirse a lo prohibido. Ahora que tus ojos no me acompañan, todo es mas fácil. Tu presencia no me ata. Pero tu recuerdo me consume. Mi odiosa vida ahora me gusta. Me gusta jugar a hacer niñerías, a carcajearme del aire, y a disfrutar con cada cosa. Me gusta oír mi risa, y aunque a veces se esfume, la oigo muy a menudo.
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